El volcán Gamalama se desperezó ¿Te has visto alguna vez en una isla, sin poder salir, por la erupción de su volcán?   Yo tampoco… hasta ahora.  

Durante tres días hemos visitado las islas de Ternate y Tidore. Nos disponemos a tomar un avión para seguir nuestro viaje por otros lugares. El día será largo puesto que hemos de hacer tres saltos, primero Makassar, después Bali, para llegar finalmente a Lombok.

Estamos ligeramente intranquilos por el temor de que cierren de nuevo el aeropuerto de Lombok,  que ha estado esta semana  tres días paralizado por la erupción de su volcán, pero evitamos mencionarlo a nuestras hijas para no preocuparlas.

ATENCIÓN SEÑORES PASAJEROS, EL VOLCÁN HA ENTRADO EN ERUPCIÓN

Desde la sala de espera del aeropuerto vemos llegar la aeronave que nos llevará al primer destino. El pasaje desembarca y, tras unos minutos, subimos los nuevos pasajeros.

Nos abrochamos los cinturones de seguridad y nuestras hijas exclaman, bueno, comenzamos el viaje, hoy será un día largo. A lo que contesto, jocosa, pensando en la posibilidad de que nos retengan en Bali, pues sí, no sabéis cuán largo puede ser.

Pero, la que verdaderamente no imaginaba cuán largo iba a ser, era yo, puesto que en ese mismo momento, la megafonía se abre para anunciar que el volcán que conforma la isla de Ternate, el Gamalama, ha entrado en erupción esa madrugada.

¿Quééééé? Aunque parezca una idiotez decirlo, lo cierto es que cuando vas a una isla volcánica lo último que piensas es que el volcán pueda entrar en erupción justo cuando vas tú, con todos los días que hay en el año.

¡Y el día anterior que nos planteábamos la posibilidad de hacer senderismo hacia su cima!

CIERRE DEL AEROPUERTO

Después de un rato en espera debemos apearnos del avión porque el vuelo se retrasa por tiempo indefinido.

Avión con cenizas por erupción volcánica en Ternate

A través del cristal de la sala de espera, ya ligeramente blanquecino por la ceniza, vemos cómo, para que no se atoren,  tapan con una funda roja los motores de nuestro avión.

Por lo que pudiera ocurrir nos avituallamos de galletas y agua y, después de un par de horas en el suelo de la sala de espera, anuncian que se cierra el aeropuerto durante 24 horas.

Tras un murmullo generalizado … empieza el correteo de todos los presentes.

Después de una larga cola en las oficinas de la compañía aérea del aeropuerto nos dicen que para gestionar el cambio de billetes hemos de ir a las oficinas de la ciudad.

Como el segundo tramo del viaje es con otra compañía,  hemos de hacer una nueva cola. Ellos sí nos cambian el billete aunque con una penalización.

Dudamos si quedarnos, como mucha gente, sentados en un rincón del aeropuerto hasta el día siguiente, no fuera a ser que se arrepintieran y el vuelo saliera, que no sería la primera vez. Además, dudábamos de encontrar alojamiento, no es que haya muchos hoteles en Ternate.

El dueño de nuestro hotel nos confirma telefónicamente que todos los vuelos de entrada a la isla habían sido cancelados por lo que los clientes que esperaba no llegarían. Como consecuencia, las habitaciones que acabábamos de dejar estaban de nuevo a nuestra disposición. Así que finalmente decidimos darle la alegría de ocupar de nuevo las habitaciones.

LA NEVADA

Salimos del edificio de la terminal. Nos recibe de frente el volcán Gamalama, visible prácticamente desde cualquier punto de la isla.

-Pues no se ve más que niebla -pensamos.

Cielo cubierto por niebla erupción volcán de Ternate

Pero no, no es niebla, el olor a chamusquina nos hace fijarnos bien. Se trata de algunas nubes mezcladas con humareda generalizada. Y encima llovizna. Aunque no, tampoco, es una fina lluvia, sí, pero de ceniza.

Efectivamente, sobre la calzada y los coches que llegaban se apreciaba una fina película blancuzca y, tanto viandantes como motoristas cubrían boca y fosas nasales con mascarillas.

Si no hubiera sido por el calor tropical, de primeras pareciera una nevada.

Coche cubierto de ceniza volcánica en Ternate

Una decena de periodistas se arremolinaban alrededor de los jefes de policía mientras otros fotografiaban a la gente que transitaba por los alrededores del aeropuerto.

Con la policía, los periodistas y una ambulancia en la puerta del aeropuerto, de repente me sentí intimidada. No es la primera vez que vemos humear un volcán, pero siempre ha sido a muchas millas de distancia. Ahora sin embargo percibía el peligro a flor de piel.

Sin embargo, la gente no se veía alterada, todos parecían saber qué hacer. Ya estamos acostumbrados, nos decía sonriente la dueña de un chiringuito. Todos, excepto nosotros, que nunca nos habíamos visto en una de ésas.

Así que me dirigí a un policía para preguntar al menos dónde conseguir mascarillas. Todo el mundo, por arte de magia, las llevaba ya. Hizo señas a un par de coches de Seguridad en Emergencias, de color naranja bien llamativo y, en dos segundos, las teníamos en las manos.

periodistas en aeropuerto Ternate por la erupción del volcán Gamalama

Regresamos a la casa colonial que nos hospedaba donde, con la acostumbrada cortesía, nos esperaban con una bandeja de café y té, no sin antes haber pasado por las oficinas de la compañía aérea de la ciudad donde nos cambiaron el billete para el día venidero aunque aconsejándonos estar pendientes del teléfono por si había cambios.

SEGUNDO INTENTO DE VUELO

Con un ojo cerrado y el otro vigilando el móvil pasamos la noche. Pendientes además de si el olor a quemado se acrecentaba, si el suelo se movía o si llegaba algún rumor extraño de olas.

No percibimos nada nuevo y tampoco recibimos llamada así que al día siguiente, a las seis de la mañana toque de diana y a las siete ya de nuevo maletas en ristre.

Marchábamos optimistas, había lloviznado toda la noche, seguro que se habrían extinguido “las brasas”.

Esta era la imagen del volcán Gamalama que esperábamos ver, la misma que nos recibió dos días antes, radiante, espectacular.

Volcán Gamalama en la isla indonesia de Ternate

Pero fue otra bien distinta la que encontramos. La fumarola era aún más grande y oscura que el día anterior.

Aún así no nos desanimamos, si cada vez que hay una erupción en Indonesia hubiera que parar el tráfico aéreo un mes…

Volcán Gamalama en erupción, en Ternate, Indonesia

Es más, íbamos sonriendo y bromeando. Antes de embarcar habría que buscar el periódico, seguro que con tanto reportero habríamos salido en la prensa, los únicos guiris ese día por allí.

No nos hizo falta ni comprarlo. Nada más llegar al aeropuerto, vimos uno abandonado y… no falla, en portada. Menos mal que no hacíamos el viaje de tapadillo.

Portada del periodico local de Ternate con la erupción del volcán Gamalama

Pero nuestra euforia duró poco. Nuevamente el tráfico aéreo cerrado, por tiempo indefinido. ¡Ohhhhhh! Ahora sí que de verdad comienza a olerme a chamusquina. El corazón comienza a latir deprisa, parece que esto va más en serio de lo que creía. Deberíamos irnos antes de que sea demasiado tarde.

Por una parte, nuestras hijas debían regresar a España en 4 días, no podíamos esperar demasiado para marchar.

Por otra parte, me inquieta que el volcán no se conforme con expulsar ceniza. Justamente el día anterior habíamos visitado una zona repleta de enormes piedras volcánicas de erupciones anteriores y, no quiero imaginar la sensación de aquellos a quienes les hubiera tocado verlas rodar hacia abajo, menos aún la de quienes hubieran sucumbido bajo ellas.

Tan  negras, tan grandes, tan ásperas, tan peligrosamente pesadas y afiladas… Debemos irnos, sin duda, pero ¿cómo?

SALIDA DE LA ISLA

Aunque el mar me aterra, máxime en esas circunstancias, no había otra vía de salida, de modo que enfilamos el camino al puerto donde nos comunicaron que uno o dos días después habría un ferry a Manados, ciudad al norte de la isla de al lado, Sulawesi, nuestra isla.

La única pega es que la travesía, para un trayecto que en el avión de ida nos supuso unos 30 minutos,  se convertiría ahora en diecisiete horas. ¿Diecisiete?  Debe ser un error. Me miran incrédulos, claro que diecisiete. Ahora soy yo quien les mira, no por el supuesto error sino por horror. Debe tratarse de una barcaza, no lo entiendo si no.

¿Marchar o quedarnos? He ahí la cuestión. Pues, marchar, marchar, y que sea lo que haya de ser.

Así que ¿creéis que se acabó la aventura de la erupción del volcán? Pues no, para nada. La aventura no había hecho más que empezar. Ahora es cuando de verdad tendríamos que mojarnos, por cierto, nunca mejor dicho.

Pero, para no alargar este post en demasía, os lo cuento en este otro, «El volcán Gamalama, crónica de una evacuación«.  Os espero.

 

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