¿Cuántas veces has cambiado de decisión en el último segundo? Seguro que más de una. Mi reto literario de hoy: jugar con ese último instante.

EL ÚLTIMO SEGUNDO

Uno, dos, tres… Tumbado en la cama contó, por enésima vez, los satélites y estrellas fosforescentes adheridos al techo. Recordaba perfectamente el día que los adquirieron en la tienda del Planetarium.

—Jo, tío, con esto y mi nave invisible podré navegar cada noche por el espacio —le dijo Nacho entusiasmado.

Fran contrajo sus labios con amargor. Inspiró profundamente, se levantó de la cama y recorrió con su mirada las paredes de la habitación repletas de posters, fotos y dibujos. Se acercó a uno de ellos en el que, con trazos infantiles se representaba a dos personajes masculinos, uno de escasa estatura y el otro gigantesco y ataviado con una enorme capa. Bajo ellos, con torpe caligrafía se podía leer: “Yo y mi SUPER hermano”.

Los ojos de Fran se sintieron aguijoneados, la garganta le quería explotar… Su mente volvió a proyectar la escena: él charlando jocosamente con los amigos hasta que un griterío le obliga a girar la cabeza, un coche parado con la portezuela abierta, un zapato solitario en la calzada, una mochila desparramada, una pelota rodando sin dueño…

—Lo siento enano, te fallé –logró farfullar.

Apretó los puños, se dirigió a la puerta, accedió al salón y cruzó hasta la terraza. Se sentó en el pretil con los pies colgando en el vacío, balanceándose hacia atrás y adelante cada vez con mayor determinación. Casi en el último segundo el móvil sonó con una alegre melodía que identificaba al llamante. Era Emma, su chica. También a ella iba a decepcionarla.  ¡Estaba luchando tanto por ayudarle!

Visualizó su dulce sonrisa y, tras un feroz titubeo, su voluntad cedió, no podía abandonarla, no así, no sin un nuevo esfuerzo. Deslizó su brazo hacia el bolsillo trasero de los vaqueros para hacerse con el móvil. La presión de su peso dificultaba la acción. La tersa carcasa protectora resbaló por entre sus manos sudosas y sus temblorosos dedos y, en un acto reflejo por atraparla, su cuerpo se desniveló, iniciando, tal vez en la invisible nave intergaláctica de Nacho, un vuelo sin retorno.

Al mismo tiempo, en otro lugar una voz prorrumpía: “¿Hola? ¿Fran? No se oye nada. ¿Estás ahí?”.

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Gracias a mi amigo José A. Chambó por dejarme utilizar para la cabecera su imagen Comet C/2017 K2, seleccionada el pasado 30 de Junio como imagen astronómica del día nada menos que por la NASA. ¡Enhorabuena!.

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