Mi reto de hoy, narrar una aventura, una de las más trepidantes a las que enfrentarse en la vida: salir de… un encierro.

EL ENCIERRO

George llevaba meses encerrado en aquel pequeño habitáculo. Al principio se encontraba en una especie de letargo, por lo que los días pasaban entre sueño y sueño. Pronto, sus ojos tuvieron fuerza suficiente para abrirse de par en par; entonces pudo contemplar en detalle cuanto le rodeaba: las paredes estaban forradas de un material flexible y aislante. A través de ellas, numerosos tubos de diversos tamaños y colores parecían vislumbrarse. Uno de ellos, blanco y largo, penetraba en el interior de la habitación y, a través de él, puntualmente, llegaba su alimento diario.

A pesar de la humedad reinante, la temperatura era cálida; y aunque le llegaban diversos sonidos del exterior, por más que él intentaba hacerse oír, no parecía conseguirlo.

George había llegado a acostumbrarse, pero ya no podía continuar ni un minuto más allí. La estancia, como si algún escondido resorte la manipulara, parecía empequeñecer por momentos. Necesitaba respirar más aire, moverse con fuerza, llorar y, sobre todo, sentirse abrazado.

En su afán de escape, comenzó a dar puñetazos y patadas a los tabiques. No obtuvo resultado, pero no podía darse por vencido. Tenía que salir, al precio que fuera. Así que continuó golpeando una vez y otra, cada centímetro de la estancia, hasta encontrar un punto que parecía más vulnerable que los demás. Durante horas y horas insistió en él, logrando finalmente abrir una pequeña brecha. Animado, siguió hurgando y escarbando, con todo su empeño, hasta considerar que podía ser suficiente: «Si consigo sacar la cabeza, que es lo más grande del cuerpo, lo conseguiré», se dijo. Así que se giró e, impulsándose al máximo con sus extremidades, su cabeza, lentamente, consiguió traspasar el umbral.

Exultante, se dio unos segundos para descansar. Los sonidos del exterior le llegaron entonces bien nítidos: «Por fin está aquí. Enhorabuena, señora. Es un niño. Enorme y precioso. ¿Decía que le iba a poner George?». Ella asintió sonriente: «George, hoy comenzó para ti la mayor de las aventuras: vivir».

 

Dedicado a Lis, tan lejos de sus niños, y a George, que ya debe andar escarbando.

 

¿OTROS RETOS? ¿DE QUÉ VA ESTO?