¿Qué aspecto tiene la ciudad de Makassar? ¿Por qué Pantai Losari sale en todas las páginas que consulto?
Hoy os quiero dar a conocer un poquito la ciudad donde vivo, Makassar. Capital de la isla de Sulawesi, unos dos millones de personas pululan día a día por sus calles.
Caótica fue el calificativo que leí en su día y caótica, efectivamente es, aunque no tanto como otras ciudades asiáticas. Dentro del desbarajuste, se pueden observar pautas. No es tampoco bonita, pero gracias a la afabilidad de su gente, se te hace grata.
La ciudad va creciendo y barrios nuevos de casitas individuales o adosadas y aspecto agradable y moderno, proliferan por doquier. Si quieres vivir en un sitio tranquilo en el que puedas dar un paseo por la tarde sin temor de morir en el intento, atropellado, éste es tu lugar.
Aunque lo de la paz es relativa porque siempre hay alguna obra que otra y es que, si no lo ves, no lo crees, casitas que en origen son de dos plantas, sí, pero de tamaño y aspecto discreto, todas igualitas, de repente se convierten en mansiones con las más diversas fisonomías: levantan pisos, cambian revestimientos de fachadas… las normas comunitarias parece que aquí no han llegado y los cimientos, veremos el tiempo que aguantan.

Este es el aspecto inicial de una casa de mi vecindario

Esta es la «pequeña obra» que le están haciendo a una de las casas. Fijaros también en el andamiaje, todo bambú.

Y éste es el resultado de la obra de otro vecino
Las casas tradicionales, de madera y sobre pilares, ya las hemos visitado en el post “Sola ante el peligro…: Lemo Lemo”. Siguen existiendo muchas, muchísimas, pero se encuentran en las afueras de la ciudad, claro que con retirarte cuatro o cinco kilómetros ya tienes bastante. No tienen ningún tipo de modernidad ni comodidad a la usanza occidental. La cocina se reduce a un hornillo en un rincón y el baño es inexistente.
Pero si te gusta el bullir y el ruído, has de ir a la ciudad. Dentro de la urbe nos encontramos con barrios de aspecto totalmente local. Calles muy estrechas, con hilera de humildes casitas a ambos lados y muy posiblemente pollos, gallinas y alguna cabra que otra cruzándose a tu paso. Suelen ser pintorescas, incluso muy agradables a la vista, porque gustan de poner macetas a todo lo largo.
Desafortunadamente, otras calles no están tan arregladitas

Pero de cualquier manera, les encanta el colorido
Pocos extranjeros viven o se adentran por estos barrios. Lo normal es que te muevas por la zona más céntrica y comercial. Algunas grandes avenidas hay, con tres o cuatro carriles por cada lado, que a la hora de la verdad se convierten con toda facilidad en seis u ocho, o los que hagan falta, pero no son las más habituales. Lo común es que las calles sean estrechas, y sin ningún ordenamiento, de tal manera que a veces tienes que callejear casi una hora por tropecientas, atestadas de tráfico, para llegar a un destino que en línea más o menos recta supondría la mitad.

Otras calles son más caóticas. Esta es Somba Opu, la calle de las tiendas de souvenirs y de las joyerías.
Edificios anticuados, poco cuidados y sin ninguna analogía se alinean junto a ostentosas casas fuera totalmente de lugar. Muchas de ellas pertenecen a miembros de la comunidad china y ello se reconoce por las rejas o las altas tapias, medidas de protección, ya que en un pasado no muy lejano ha habido alguna que otra revuelta contra ellos.
Pequeñas tiendas se suceden sin fin en las plantas bajas por lo que las aceras, si es que existen, no es que sirvan de mucho. Suelen estar ocupadas por los productos en venta, vehículos aparcados, raíces de árboles que levantan el piso, personas que comen o dormitan en el suelo, faltantes de pavimento que, para recoger mejor las aguas torrenciales de la estación lluviosa, dejan al descubierto el alcantarillado y todo su contenido….

Uno de los elementos sobre la acera. No, no es un sofá para que lo recoja el Ayuntamiento. Está hecho con lo que les va sobrando y algunos lo plantan en la calle para siestear cuando tienen un ratito. Otros, directamente usan el suelo
Pero si hay una calle emblemática para los habitantes de la ciudad, esa es, sin duda alguna, Pantai Losari. Una avenida preciosa en vista aérea aunque con los pies en el suelo cambia ligeramente: normalmente congestionada de tráfico, con edificios dispares a la derecha, entre los que se cuentan numerosos restaurantes de tipo local, y un paseo junto al mar a la izquierda.

Vista aérea de Pantai Losari prestada por globalinfosociety.org. No sé si habrán hecho photoshop porque jamás lo ví sin un solo alma, ni siquiera al amanecer.
Pantai, literalmente significa playa. No obstante, lo cierto es que, si bien hay un paseo junto al agua, playa, lo que se dice playa, como que no. La arena brilla por su ausencia, lo que existe es simplemente un muro. Ganas de bañarse tampoco entran, no sólo por el fondo oscuro sino por la suciedad de las aguas.
Sin embargo, esto no importa, porque muy amantes de las playas aquí no es que sean. De día, ante la escasez de sombras, no ves un alma paseando, pero al atardecer no puedes imaginar el gentío. A falta de parques (tan sólo hay algunos pequeños jardines), muchas familias y grupos de amigos se reúnen para pasear. Bustos de sultanes y altos mandatarios te saludan y monumentos con significativos símbolos de Indonesia en general, o Sulawesi, en particular, esperan para que poses con ellos. Aquí os muestro, algunos.

La mujer está bastante presente en la sociedad. Escultura homenaje a la mujer de Toraja, en la zona central de la isla, luce su traje tradicional con un keris, el cuchillo ceremonial, del que merece la pena hablar algún dia

Homenaje a la tejedora manual, oficio que aún sigue ejerciéndose en muchas pequeñas comunidades. La confección de telas ha sido desde tiempos lejanos una de las actividades comerciales más importantes de Indonesia

Homenaje a los becak, las bici-carro taxi, hoy casi extintas. Intentan protegerlas prohibiendo los bentor (moto- carro taxi) por el centro de la ciudad

Efigie del sultán Hasanuddin, el más popular de todos, un héroe nacional
Tampoco está mal echar un rato de charla contemplando la puesta de sol. El astro rey parece esconderse tras la minúscula isla de enfrente, regalándonos unas imágenes espectaculares que también puedes disfrutar desde alguna barquita de alquiler.
Los negociantes no pierden el tiempo. Decenas de pequeños puestos ambulantes de comida colocan mesas y sillas a todo lo largo del paseo, a ambos lados, aunque no hay demasiada variedad de viandas. Todas ofrecen lo mismo, básicamente mazorcas de maíz a la brasa y lo que yo creía que eran patatas fritas, de esas finitas de bolsa, pero resultó que no, que era plátano frito. También es muy común otra de las especialidades de la isla, el plátano frito o a la plancha entero, bañado con leche condensada, queso y chocolate líquido. Está rico, por supuesto, pero mejor no sumar las calorías.

Los plátanos son de una variedad distinta a la nuestra, pequeños y de piel super dura. Para cocinarlos, no importa si aún están verdes. En la imagen ya hay algunos haciéndose a la plancha

En esta imagen apreciamos una de las innumerables hileras de mesas, interminable
Además encuentras algunos tenderetes de baratijas diseminados por el suelo, o los que son mi favoritos, caracolas “tuneadas” para los niños, cangrejo ermitaño vivo incluído.

Uno de los juguetes preferidos por los niños y por mí
Si de normal entre semana está lleno, los fines de semana ya a reventar. Eventos de todo tipo se celebran allí, sobre todo exposiciones de firmas comerciales automovilísticas. Los altavoces gigantes nunca faltan, así que si buscas tranquilidad para contemplar las estrellas, olvídalo.
Lo que te pierdes, si es que nadie te informa, es el mercadillo de los domingos, y es que, a las cinco de la mañana ya lleva rato la calle cortada y a las ocho ya están de recogida porque el calor comienza a apretar. Como todos los mercadillos, venden ropa, comida y de todo un poco, sin demasiada calidad. El espacio acotado para ello es muy reducido, así que hay que prepararse para los empujones.

Nos llama la atención este puesto. La vendedora tapada al máximo y sin embargo, la ropa interior expuesta sin problema, yo pensaba que ese tipo de artículos se vendería más de tapadillo.
Sin embargo, en la calzada, espaciosa ahora sin circulación, puedes encontrar de todo: desde el señor que expone un coche de época para su venta, a los que se lucen con el monopatín o los que simplemente pasean con sus mascotas. Claro que éstas no son de las más habituales. Por poner algunos ejemplos: galápagos, serpientes de distintos tamaños o un luwak, la civeta que convierte el café normal en el café más caro del mundo (ver post Qué quieres beber).

Cómo, tocándoles en un par de puntos se dejan poner en cualquier posición y así se quedan horas, es para mí un misterio
Autorizaciones, control de seguridad… no hace falta, ya somos todos mayorcitos para saber manejarlas ¿o no? Yo desde luego no, a menos de cinco metros no paso, ni aún por quedar bien cuando se acerca la peque de la familia a ofrecérmela para que le haga mimos.

La cría no parece estar muy asustada.
¡Ni siquiera se inmuta cuándo algunos empezamos a gritar que se le mete por debajo de la ropa! Aggg, aún me dan escalofríos
Después me ofreció coger esta otra verde. Su expresión parece decir: Hija, ¿ni siquiera esta enanita?
Mi atracción favorita es el carrusel de cochecitos. Seguro que todos hemos disfrutado de pequeños con ellos. Bueno, unos más que otros, porque en casa no daba para montar a diario a seis niños en los cochecitos. Tal vez por eso los miro aún con más cariño, y no me monto porque no quepo.
Aunque aquí tienen su toque, y es que son portátiles, se llevan en las furgonetas de un lado para otro. Si hay suerte, es decir, si el dueño es más bien pudiente, la cadena de cochecillos rota impulsada por un motor, pero si no, a fuerza de pedaleo del propietario.
Unos pensaréis, ¡qué triste!, y otros, ¡qué recuerdos! A mí me gusta la tecnología como al que más pero a menudo pienso si lo triste no es que nuestros niños no sepan jugar si no es con una tablet, una play, o algo por el estilo. ¿Son más infelices los niños aquí? Lo dudo mucho, porque saben sacarle el jugo hasta a una piedra. Literalmente.
¿O no se lo sacábamos nosotros también? Hacíamos cuadros con ellas, las pintábamos para usar como adorno o pisapapeles, servían para dibujar en la tierra, jugábamos al teje o a esconderla, y cómo no recordar los ajustes de opinión entre los bandos, a pedrada limpia, bueno, ese era “juego” sólo de chicos, que eran más brutos.
¡Y ni siquiera nos hicieron falta psicólogos!
Eso sí, agua oxigenada, mercromina y tiritas ¡más de una!
17 octubre, 2016 a las 5:22 pm
Que lindos los caracoles pintados!!!…, He salido de Valencia y recorrido tu ciudad,…lo he pasado lindo. Gracias!!
18 octubre, 2016 a las 3:00 am
Qué bonito comentario! Cómo me gustaría a mi viajar a tu país de la mano de tu pluma!