Para conocer la vida albanesa de antaño tan sólo has que visitar una casa noble. Pequeñas grandes joyas convertidas hoy en museos etnográficos. Entremos.
Una de las cosas que considero más interesantes de las visitas a otros países es conocer de primera mano la vida diaria de sus habitantes, tanto pasada como presente.
En este artículo quiero compartir con vosotros un trocito de Albania, país que me ha sorprendido mucho más de lo esperado.
Os mostraré las características de sus casas tradicionales, de familias acomodadas eso sí. Nos dan idea de cómo era la vida entre los siglos XVII y principios del XX, cuando la tranquilidad de los habitantes se vio truncada drásticamente por las dos guerras mundiales y un largo período de comunismo.
CARACTERÍSTICAS DE LAS CASAS
Hemos visitado cinco casas nobles en distintos puntos del país constatando que poseen características y decoración comunes. Veamos ahora las generalidades. En artículos venideros ya habrá tiempo de recorrer despacito cada una de ellas apreciando sus particularidades.
Terraza: la vida familiar
Las casas de importancia gustaban de ubicarse en lugares más bien altos. De aspecto sobrio e imponente, tipo otomano, sus muros llegan presentar una anchura de nada menos que 50-60 cm., siendo madera y piedra sus protagonistas arquitectónicos.
Suelen disponer de tres o cuatro plantas. El primer piso es el de la vida familiar. Te recibe siempre una pieza fundamental, una gran terraza de madera ¿Habrá algo más sencillo? Pues aun así, resulta deslumbrante.
Por una parte, las vistas desde ella son casi siempre impresionantes y por otra, el alfombrado carmesí y demás enseres, los justos y necesarios, proporcionan muchísima calidez. Sencillez y lujo van de la mano porque, como siempre suelo decir, el lujo se mide de muy distintas maneras.
La vida en verano solía realizarse en ellas y se dividen en dos partes, una para el clan en general y otra acotada, más pequeña y elevada, en un saliente, a la que sólo podía acceder el jefe de familia o quien él autorizara.

Creedme, con una terraza así no hacen falta tilas ni pastillas relajantes.
Esta terraza puede dar paso a varias dependencias individuales pero parece más habitual sólo dos puertas que, aunque dan acceso a dos alas distintas, una para los hombres y por otra para las mujeres, ambas confluyen.
LAS ESTANCIAS
Una vez en el interior tuve la sensación de estar en una especie de submarino de madera, de veras.
Todo perfectamente acoplado, nada de espacios perdidos, y con la singularidad de que, para traspasar cada estancia, al tiempo que abres la puerta, demasiado baja, has de superar un elevado listón del suelo, lo que te obliga a inclinar ligeramente. Ya digo, como en un navío.
Y no es que fueran muy bajitos, no. Está hecho a propósito para que hayas de bajar la cabeza, una señal de respeto hacia quienes se encontraren en el siguiente habitáculo.

Aquí podemos observar cómo no todas las puertas no llegan al suelo
¿Cuántas estancias? Pues fácilmente 15 ó 20. Y no creas que sobraban, porque aunque las hijas al casarse marchaban a casa del marido, los varones iban quedándose en la paterna, con su propia familia.
Además, la hospitalidad primaba y siempre habían de disponer de una o varias habitaciones para los invitados, normalmente de las mejores, nada de colchones hinchables de emergencia.
LA HABITACIÓN DE LOS HOMBRES
Otro aspecto a tener en cuenta es que sus propietarios eran ricos, importantes, poderosos. A veces tanto como para que fuese el propio sultán quien se la regalase por sus buenos servicios. Algo así como ocurría en muchos países con la nobleza.
Este alto status conllevaba numerosas reuniones, bien de tipo social bien de trabajo, y habían de impresionar. Fijaros, fijaros. ¿Creéis que este habitáculo impresionaría a las visitas? A ellos no sé, a mí desde luego que sí.

Techos de madera tallada, frescos en paredes y chimenea, cortinas caladas, mullidos cojines, alfombra, vidrieras… ¿se puede pedir más?
Durante las reuniones, las paredes de la sala de los hombres solían mostrarse con armas. Aun quedando altamente decorativo, la finalidad en realidad era otra. Y es que la costumbre exigía que, durante su estancia, los invitados las entregaran al anfitrión, quedando allá depositadas hasta la partida.
No podían faltar los calentadores de metal, los picadores de tabaco ni las bandejas con viandas.

Cortadora y tabaco picado
HABITACIONES PARA LAS MUJERES
Obviamente, en aquella época y lugar la mujer no pintaba en demasía, ellas no tenían permitida la entrada a la anterior dependencia más que para llevar las bandejas.
No obstante, nada más traspasar la salida de la misma encontramos varios peldaños que conducen a una más pequeñita desde la que las féminas, a través de una celosía, podían contemplar la reunión, bien para ver si precisaban algo, bien para fisgonear un poco, sobre todo si se estaba negociando un futuro matrimonio.
Como curiosidad, la misma puerta servía para ambos habitáculos. Si estaba cerrada la habitación masculina, el vano de la habitación femenina estaba libre y ellas podían salir y entrar a su antojo.
Si la dejaban abierta, automáticamente quedaba cerrado el tránsito hacia o desde la femenina. Con ello impedían la circulación de las féminas en momentos indeseados bien por lo privado de la conversación o por evitar que accidentalmente fueran vistas por los hombres, cosa poco púdica en la época.
Naturalmente, aparte de este pequeño rincón, las mujeres disponían de su propia sala de reunión.
Al tiempo que hablaban de sus cosillas iban confeccionando sus ajuares: primorosa ropa de vestir bordada con oro, plata y perlas y equipo para el hogar con bonitos calados.
DORMITORIOS, HAMMAN Y OTRAS ESTANCIAS
Otras estancias se suman a las dos anteriores: dormitorios, con colchones en el suelo puesto que no utilizaban camas, cuartos para el juego de los niños, el imprescindible hamman… Y también cocina, claro, donde además dormían a veces los más ancianos para estar más calentitos.
Anécdota sobre los dormitorios: el mejor, aparte del utilizado por el cabeza de familia o el invitado al que se hubiera de impresionar y agasajar, era para el hijo recién casado y su esposa, claro que, en el momento en que se casara otro miembro de la familia, perdían el turno, tenían que cederlo al nuevo matrimonio.
LA DECORACIÓN
Muchos detalles llaman la atención del visitante, por ejemplo las sencillas y bonitas chimeneas de cada habitación, los armarios empotrados con puertas de motivos calados y policromías, los arcones tallados …
Los techos de madera tallada con sus preciosos rosetones, los frescos de las paredes, las dobles filas de ventanas para conseguir más luz, con sus níveas cortinas caladas… y cada centímetro del suelo cubierto con alfombras de vivo color.

Doble fila de ventanales para dar mayor luz a las estancias

Frescos y armaros de madera policromada empotrados en la pared
He de repetir la frase, hay muchas maneras de entender el lujo.
Planta baja: los Talleres
En la planta baja se ubicaban los talleres. De obligada presencia es también una fuente natural en la pared, invariablemente con dos escalones de bajada.
En los talleres de la casa de Kruje, la más ornamentada de las que visitamos, se disponen muchas de las herramientas originales utilizadas para las labores diarias. De esta manera podemos saber cuáles eran las más comunes, entre ellas, el trabajo del cuero y el metal, la joyería de plata y el tratado de la lana para la elaboración de gorros o zapatos. Tampoco se han de olvidar las relativas a la obtención del aceite y es que, hay que hacer notar que esta comarca, al igual que España o Italia, es pródiga en olivos.

Gorros y zapatillas de lana, típicas albanesas, y algunas de las herramientas para su elaboración
LA ACTUALIDAD DE LAS CASAS NOBLES
En el siglo XX, debido a los hechos históricos mencionados al comienzo de este artículo, unas familias se arruinaron y hubieron de renunciar a sus pertenencias y otras, sin más, fueron desposeídas, el Estado incautó cuanto consideró oportuno.
Tras la caída del comunismo en los años 90, algunos descendientes de los dueños originales han recuperado sus inmuebles, pero el mantenimiento de los mismos se hace sobremanera costoso.
Por otra parte, las características arquitectónicas no se acoplan del todo a las necesidades actuales, por lo que a menudo los vemos convertidos en hoteles o museos etnográficos privados o estatales. ¡Qué mejor lugar! ¡Nada de sentirte en un frío e impersonal museo!
Entras en un auténtico hogar que, de veras… ¡no te importaría hacer tuyo!
ARTÍCULO RELACIONADO
Deja una respuesta