La Abadía de Saint Savin nos cuenta su historia, llena de avatares. Y nos muestra sus frescos, Patrimonio de la Humanidad. ¿Te apuntas?

Algunos se preguntarán si, para ver solamente una Abadía merecía la pena realizar los 44 km que la separan de la ciudad que me aloja estos días, Poitiers.

Pues bien, en primer lugar, siempre hay mucho más de lo que crees, como este bonito rincón.

Callejón de un pueblo de La Vienne

En segundo lugar… No,  no voy a añadir al respecto mas que, lee y mira las imágenes. Después juzga por tí mismo.

Exterior de Capillas de abadía saint savin en La Vienne

Estoy sentada en un bonito paseo, en su día huerto de la Abadía, junto al río Gartempe. El silencio es casi absoluto, tan sólo truncado por algunos gorjeos.

paseo junto río la Vienne

 

A mi izquierda un paisaje de postal.

puente sobre el río en la vienne

A mi derecha una imagen no menos evocadora.

paisaje de la vienne

A mi espalda la sobria Abadía que visitaré en unos minutos, Saint Savin.

vista de abadía de saint savin

Aprovecho la espera, esos minutos de calma infinita, para leer un poco sobre ella: «el conjunto lo compone la que fuera antigua Abadía, del siglo XI, hoy parroquia, y los edificios monásticos del siglo XVII. La torre es obra de Leon Edoux , co-inventor con Otis del ascensor hidráulico de la Torre Eiffel…

En 1840 fue nombrada Monumento Histórico y en 1983 sus pinturas, distribuidas a lo largo de la bóveda central, con sus 412 m2 de superficie, con técnica mixta de fresco y temple, denominadas por algunos como la Capilla Sixtina del Románico, entraron a formar parte del Patrimonio de la Unesco.

Milagro del paso del mar Rojo en frescos abadia de Saint Savin

Paso sobre el Mar Rojo

Fresco de abadia de saint savin con la torre de babel

Construcción de la Torre de Babel

pintura mural abadia Saint savin

El arca de Noé

… Las pinturas del porche están dedicadas al Apocalipsis. También hay escenas de la pasión y resurrección de Cristo así como veinte episodios del Antiguo Testamento…»

Pinturas porche abadia francesa

Pantocrator

De repente percibo un leve rumor. Miro en derredor. No veo a nadie. Me giro. Mis ojos recorren la inmensa fachada abacial. Se oyen murmullos por acá y por allá. Algo rompe el silencio, me llama casi a gritos.

Abadia Saint Savin cerca de Poitiers

Parece que los muros me quieran hablar… y lo hacen. Tal vez lleven muchos años queriendo contar… y me cuentan.

Me cuentan que sus piedras ya estaban ahí en el año 820. ¡Dios, dónde queda eso!

Y ahí sigues, para dar testimonio tanto de grandezas como de barbaries.

Tu propia existencia se debe a una de ellas. Naciste para albergar a la muerte, a esos dos hermanos cristianos, Savin y Ciprien, que fueron perseguidos, martirizados y decapitados trescientos años antes de ser encontrados.

ángel en abadía de Francia

Me cuentas con orgullo que, durante los siglos XI al XIII, los sucesivos condes de Poitou y Aquitania te engrandecieron. Aunque esa aguja que con sus 80 metros de altura parece querer escapar llegó mucho después, como anhelando lanzar al mundo tu buena nueva.

aguja de abadía francesa

De poco sirvieron tantos desvelos por tí.  La Guerra de los Cien Años te convirtió en una especie de marioneta que cambiaba de manos alternativamente entre franceses e ingleses para terminar saqueada por el tremebundo Príncipe Negro.

Algo especial debías tener ¿Qué sería aquello que dos siglos más tarde, ya en el XVI, volvía a ponerte en el foco de atención de católicos y protestantes? Ayyy, la Reforma, ¡aquella Reforma que quemaba y saqueaba! Incendiaron tus dependencias y archivos… ¡Cuántos avatares!

CAPILLA DE ABADIA SAINT SAVIN

Dice el refranero que no hay mal que cien años dure. Contigo se equivocó. Aunque también dice que Dios aprieta pero no ahoga. Y eso sí ocurrió.

De la vecina Abadía de Nouaillé llegaron miembros de la congregación de San Mauro, monjes benedictinos famosos por su gran nivel de erudición. Ellos construyeron nuevos altares y estancias monacales, te devolvieron la vida.

Vidriera y columnas de abadía francesa

Vida que se vio nuevamente truncada por algo que llamaron la Revolución Francesa. Tus bienes fueron vendidos, tus monjes expulsados, tus estancias se convirtieron en dependencias civiles y la paz de tu claustro se vio ultrajada por las celebraciones revolucionarias.

columnas abadia en la vienne

Cuando las aguas se calmaron, te abandonaron. Y ya a solas, por fin pudiste llorar.

Y lloraste, lloraste tanto que tus paredes se humedecieron, y tus pinturas, esas pinturas que cantaron el nacimiento de la vida y tantas otras historias, comenzaron a dejarse llevar, cansadas de contemplar desde lo más alto tanta ignominia y tanta aversión.

frescos de saint savin patrimonio unesco

Hace casi dos siglos alguien compasivo se acercó a frenar tus sollozos. Enjugó tus esparcidas lágrimas, curó las laceraciones de tu cuerpo y comenzó a eliminar esas briznas adheridas a tu piel. Reflejos ocres, rojos, verdes, blancos y negros fueron surgiendo. Y unidos, formaron un espléndido collar.

frescos abadia saint savin patrimonio unesco

Me acerco atraída por todo tu relato. Me interno en tu nave central. Las voces llenas de metáforas se diluyen por entre las numerosas columnas de vibrante policromía.

nave lateral de abadia en la vienne

Otras voces comienzan a tomar vida. Levanto mis ojos y contemplo absorta. Allá están, a diecisiete metros de altura. Son los testigos de toda esta historia.

detalle pintura mural patrimonio unesco abadia en la vienne

El velo blanquecino con el que un día los vetaron, tal vez para hacerlos desaparecer de la memoria o tal vez para todo lo contrario, para preservarlos, ya no está.

Así que ahora, liberados, me cuentan sus propias historias, mucho más antiguas que las de la Abadía. Lot, Abraham. José, Caín, Abel, Noé… entremezclan sus relatos.

pintura mural en la vienne

Y me siento, sin prisa, a escucharlos.

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Alguien me roza el hombro. Despierto de una especie de letargo. La guía ha concluido su relato y sus últimas palabras resuenan lejanas en mis oídos como si de un eco se  tratara.

Alguien dice: ¡Ay si las piedras hablaran!

Miro en derredor. El silencio es absoluto ahora.

Vuelvo a elevar mi mirada y contesto:

Cierto… ¡ay si las piedras hablaran!

 

 

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