KRUJE, con su castillo, su museo etnográfico, sus vistas y su bazar artesanal es sin duda uno de los lugares especiales de Albania.
Debido a los condicionantes históricos del no tan lejano siglo pasado, Albania hoy por hoy no es de los destinos turísticos más explotados. No creo que esto dure demasiado, y si no, al tiempo.
¿Por qué estoy convencida de ello? Por su potencial. Para que opinéis por vosotros mismos, hoy os voy a mostrar uno de sus rincones, Kruje, a tan sólo treinta y seis kilómetros de Tirana, la capital.
Lo que da fama a Kruje es su castillo, situado a más de quinientos cincuenta metros de altitud, si bien he de decir que lo único original que queda de él, de allá por los siglos V-VI, es la muralla restaurada, parte de una de las torres y los basamentos de un templo y de algunas casas.
Pero no, no digáis “ah pues”. Merece la pena y mucho. Junto a estas evidencias, hay calles y construcciones del siglo XVII y posteriores. El conjunto es realmente agradable, y el paisaje sencillamente espectacular.
EL CASTILLO
Cojamos aire y enfilemos la subida hasta llegar al acceso. En él, un simpático vecino se ofrece a entonar melodías tradicionales.
En el lugar del desaparecido castillo encontramos hoy una nueva edificación. Es el Museo Gjergj Kastrioti, ídolo nacional más comúnmente conocido como Skanderberg.
Nombre complicado de pronunciar pero que terminas aprendiéndote porque no hay lugar en Albania que no tenga una o más esculturas y referencias a este héroe que, no sólo en una ni en dos, sino en tres ocasiones frenó el avance de los otomanos. Es un personaje del que, cinco siglos después, se siguen sintiendo profundamente orgullosos.
Ya que fue precisamente aquí donde Skanderberg tuvo su «cuartel general», no es extraño que en la entrada nos reciba una enorme e impactante escultura marmórea del héroe y parte de su tropa.

Si os fijáis, junto a Skanderberg hay una mujer, ellas también formaban parte de las batallas
No es un museo demasiado grande, pero alberga algunos enseres y documentos de gran valor histórico, entre ellos, el pacto para la lucha contra los turcos firmado con el rey Alfonso V de Aragón. ¡Qué alegría da ir por ahí y encontrar el nombre de un paisano!
Interesante también me pareció la que pudiera ser recreación de la Sala del Trono. Mientras avanzaba entre sus columnas logré sentirme en otros tiempos y es que, tooooda la superficie de sus paredes está cubierta de frescos alusivos a acontecimientos de la época de Skanderberg.

Detalle de la pintura al fresco que rodea toda la sala
Al fondo de la estancia se exponen las réplicas de su espada y casco. Este último, decorado con una cabra, ha llegado a ser un símbolo más de la nación. Siendo tan importante, no acierto a entender el motivo por el que sus originales se encuentren en Viena y no en su propio país. Alguna razón habrá, no cabe duda.
MUSEO ETNOLÓGICO: LA CASA EN LA QUE NO ME IMPORTARÍA VIVIR
Continuamos nuestro recorrido visitando el Museo Etnológico. He de reconocer que salí encantada. Solamente la fachada ya merecía la pena. Se trata de una típica casa noble albanesa del siglo XVIII que un día perteneciera a la familia Toptani, una de las más importantes del país.
Ambientada con rigor histórico, cada dependencia de la planta baja muestra un aspecto tosco, de paredes y suelos rugosos y oscuros. Constituyen los talleres.
Además de los utensilios propios de cada oficio, podemos descubrir en diversos monitores cómo se trabajaba en otros tiempos. Como ejemplo, el proceso de la lana, con la que posteriormente elaboraban calzado, ropa, sombreros, alfombras…
Al subir al primer piso, el contraste es tan grande que es inevitable una expresión de admiración. Luz y color te dejan paralizada. ¿Cómo elementos tan sencillos pueden dar esa sensación de riqueza?
La madera de los suelos está completamente cubierta por pequeñas alfombras, predominando el color carmesí. Las paredes por tejidos, los ventanales por visillos con primorosos calados…
A la habitación de los hombres, adornada con armas, no podían acceder las mujeres, pero éstas disponían de una pequeña habitación trasera, algo más elevada desde donde, a través de celosías, podían contemplarlos.
Otras estancias completan la vivienda, tales como cocina, un pequeño hamman, el cuarto de las mujeres o el de los niños.
Merece la pena detenernos algo más en este tipo de casas. Encandilan. Pero, para no alargarnos aquí en demasía, te emplazo a este otro post, “Las casas nobles albansas, reflejos de una sociedad”. Pincha justo aquí y entraremos en ellas.
TEKKE DOLLMA
Continuamos nuestro paseo por la fortaleza, encontrando lo que en Albania denominan tekke.
El tekke es un lugar de culto de la rama islámica bektashi, bastante más tolerante que otras, la practicada prioritariamente en Albania. Suele consistir en una pequeña caseta donde reposan los restos del baba o, lo que es lo mismo, del jefe espiritual de la zona.
Esta dignidad se hereda de padre a hijo varón, por lo que no es extraño encontrar más de una tumba, sobre la que colocan alfombrillas, tapices, toallas, collares de grandes bolas…
Nos descalzamos en señal de respeto y entramos en el tekke, del siglo XVIII, uno de los más antiguos del país. Por este motivo y por su bonita cúpula, original, bajo la que descansan los babas de la familia Dollma, este edificio, junto a la anteriormente mencionada casa de la familia Toptani, está considerado Monumento Cultural Albanés.
A su ladito, como cobijándolo, se eleva majestuoso un olivo centenario. Según se cuenta fue plantado por el mismísimo Skanderbeg el día de su boda, de ahí una antigua tradición, la de que cada recién casado plante un árbol.
Completamos el recorrido por varias calles de gran tipismo aún habitadas. Si bien muy cómodas no resultaban, el encanto es incuestionable.
COMIDA MOVIDITA
Ahora ya sí era el momento de decidirse por alguno de los restaurantes ubicados en las acogedoras casas del recinto. La comida lo de menos, lo importante era disfrutar la calma que emanaban las espléndidas vistas.
Aunque esa calma se vio truncada, cierto es. Y es que, por si no hubiésemos tenido bastante intranquilidad hace unos cuatro años, cuando nos pilló una pequeña erupción del volcán Gamalama en Ternate (Indonesia), esta vez, nada más sentarnos en una terraza de madera, saliente de un risco a tropecientos metros de altura, el suelo comenzó a temblar.
Un terremoto de 5,6 en la escala de Richter con una pequeña réplica poco rato después, hizo que dueños y clientes, sin emitir palabra alguna, nos hermanásemos .

Vistas desde la terraza en que nos encontrábamos.
Se cuenta que hace exactamente 402 años hubo un gran terremoto en esta zona. Como consecuencia del mismo, parece ser que la roca sobre la que está el castillo se desprendió de la montaña, provocando el aspecto actual.
Aunque sea tentador, no queremos comprobar si la historia se repite. Nos vamos retirando, aunque con esa laxitud inconcebible que a veces provocan las situaciones delicadas.
EL VIEJO BAZAR
Fuera del recinto amurallado el famoso bazar nos está esperando. Y lo que yo creía cuatro puestecillos de recuerdos se convierten en varias calles empedradas con un sinfín de tiendas de la mejor artesanía.

Ahora no sé, pero en el siglo XVII eran doscientas las tiendas artesanales de este bazar, lo que da idea de la importancia de la ciudad en otras épocas.
El empedrado es habitual en muchos municipios albaneses. Maravilloso a la vista pero de “alto riesgo”. Casi parece hecho a propósito para que hayas de ir bien despacio, deteniéndote a contemplar cada rincón de las calles y cada uno de los comercios.
Y no es que te importe, la verdad. El espectáculo visual está servido.
A lo pintoresco del conjunto se añaden cientos de artículos de cuero, de plata, de lana, de metal, de madera de olivo, algunas antigüedades… eclipsando casi por completo a los souvenirs convencionales.

Zapatos y gorro típicos, de lana
Y digo casi porque, en medio de tanta singularidad fue un poco desalentador encontrar exactamente el mismo tipo de cerámica que unas semanas antes había visto en nuestra ciudad de Valencia.
Quiero pensar que sea una técnica árabe y por eso se repite. Aunque, para lo que ya no encontré alegatos fue para las mochilas de búhos, iguales a las de todos los mercadillos del mundo mundial.
En fin, gajes de los tiempos modernos que, desde luego, NO lograron empañar una visita sin igual.
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