Si hay una visita que no se puede obviar en Seúl, esa es la del Palacio Gyeongbokgung y, por añadidura el cambio de su guardia.
Efectivamente, hay citas a las que no podemos fallar en Seúl. Una de ellas, el Palacio Changdeokgung y sus jardines secretos y otra el Palacio Gyeongbokgung y su cambio de guardia (si quieres pasear por ellos, haz click en sus nombres).
Pero en el relato de la visita a este último palacio quedó pendiente hablar un poquito de ese famoso cambio de guardia. Y para ello estamos ahora aquí.
Esperamos ya el comienzo en la inmensa explanada de entrada y me reitero en la opinión de que ser turista es duro, a veces muy duro. Aguantar a pleno sol, con esas temperaturas veraniegas coreanas, tenía su mérito.
Pero no nos quejemos, sarna con gusto no pica, y además, los pobres guardias, mejor dicho, los regios guardias, seguro que estaban pasándolo peor, sobre todo los que se apostaban fijos en la puerta, a pie parado, y encima aguantando sin el más mínimo gesto ni palabra, a todos cuantos querían fotografiarse a su lado.
Señores, señoritas… ¡que están haciendo una guardia, no son maniquíes, conformaros con hacer la foto a distancia! Bueno, al menos estas chicas, aunque turistas, vestidas con el traje tradicional coreano parecían parte de la escena.
A golpes de un tambor gigante, impresionantes por cierto, tanto los golpes como el tambor, comienzan a entrar por un lateral músicos y guardianes. Muchos de éstos, portando banderines. Se dirigen hacia la puerta principal.
No realizan un “baile” tan inusitado como los griegos, ni desgastan tanta suela como los ingleses. Es una ceremonia sencilla, en la que numerosos guardianes marchan acompañados por no menos músicos y tras las órdenes de un personaje que casi pasa desapercibido en la imagen (vestido de rojo en la zona verde superior), realizan el relevo.
Pero sin duda, el colorido y singularidad de los uniformes y la originalidad de las armas que portan, lo hacen realmente atrayente. Y es que, la ceremonia fue establecida en el año 1.469 y desde entonces poco o nada ha cambiado.
En corto plazo espero abrir un canal de You tube donde os mostraré la grabación, mientras tanto, y para poder explicar brevemente la pertenencia de cada uniforme, nos quedamos con este artículo y sus correspondientes fotografías. Comenzamos:
He aquí a los guardianes vestidos con túnica azul fuerte, denominados Jeangbyeang. Eran soldados regulares del ejército central.
Los Daejol, de celeste, tenian fama de duros. Eran los guardianes de las puertas del palacio y también protegían la capital.
Con casulla roja sobre túnica amarilla visten los Sumunjang, jefes de los guardianes, tanto de la puerta como del palacio o la capital. Eran puestos de responsabilidad, por lo que al menos antiguamente debían ser recomendados por los oficiales de alto rango y aprobados por el rey.
Por último, vestidos de rojo están los Gapsa, los soldados de élite, aunque al principio se trataba más de guardias de honor, por lo que eran bien parecidos y diestros en artes marciales.
Para los muy observadores, también hay algunos vestidos de verde, y otros de malva y negro. Pues en esos me habéis pillado, no tengo ni idea de su función. Y es que una necesitaría volver a cada país visitado después de escribir sobre él, porque hay muchas pequeñas cosas que se escapan la primera vez.
En fin, lo que desde luego no me pasó inadvertido fue que todos llevaban barba, muy curiosa por cierto, fino bigote marcadamente curvado y, sobre todo, collares de bolas que pendían de sus sombreros, cuyos colores y largo parece ser que identifican también la jerarquía.
Si te quieres sentir uno de ellos por unos minutos, no tienes más que colocarte las túnicas que están disponibles gratuitamente en la entrada, pero si lo que prefieres es vivir todo el día la emoción de entrar en otra época, alquilas un traje tradicional en cualquiera de los numerosos establecimientos al efecto. Los hay de mil telas distintas, a cual más bonita.

Estas coreanas… o japonesas o chinas o de donde fueran, encajan perfectamente entre la guardia y con el palacio real de fondo

También se encargarán de tu peinado.
Como estaréis constatando, no sólo una ni dos personas son las que deciden pasearse todo el día con los trajes tradicionales, y es que, de paso, en algunos museos y lugares turísticos, entras sin pagar si lo llevas. No está mal este dos por uno. Hay que aprovecharlo, claro que no veo a ningún occidental que se atreva.
Y es que, incluso los que somos de Despeñaperros para abajo, tenemos que sopesar muy mucho si, con tu ropa debajo y el calor y la humedad reinantes, merece la pena perecer en el intento.
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