Aparte de sus playas que, si he de ser sincera, las hay iguales y mejores en otras islas indonesias, si algo da realmente fama a Bali, sin duda son sus templos hinduistas.
Estamos en la llamada «isla de los dioses», única isla indonesia, al menos que yo conozca, cuya mayoría de población no es musulmana.
Sin embargo, a menudo el visitante se siente confuso, y no es para menos porque, lo cierto es que tanto buda en las tiendas de souvenirs te despista. ¿Son hinduistas, budistas…? En qué quedamos, que no me aclaro.
La explicación es sencilla: Comentábamos en el post “Indonesia ayer y hoy..” que muchas de las islas que conforman el archipiélago, desde muy atrás en el tiempo mantuvieron relaciones comerciales con otros países y su idiosincrasia hizo que aceptaran poco a poco otras gentes y credos.
De esta forma, hinduismo y budismo, convivieron ya desde antiguo en Bali y, aunque el primero se asentó definitivamente como religión mayoritaria sobre el siglo XIV, la presencia budista nunca desapareció.
A esto hay que añadir el culto a los ancestros y las antiguas creencias animistas que a día de hoy siguen latiendo con fuerza en todo el país. El resultado es una mezcla única. Un hinduismo que, según me indican, no siempre tiene que ver con el de La India, quizás el más conocido. -Ya sabéis que me gusta constatar en primera persona todo lo que escribo, así que, a ver si surgiera la oportunidad de viajar para allá algún día.
De esta manera, encontraremos templos hinduistas, con sus característicos “merus”, algunos ya vimos en nuestro recorrido por Lombok, pero también numerosísimos altares animistas. Comencemos por éstos.
No importa si es zona turística o local, grande o pequeña, urbana o rural. A cada paso nos vamos a encontrar pequeños santuarios o altares, tan simples como una pequeña mesa, cubierta con una tela, en la que depositan ofrendas diariamente, sin falta, incluso más de una vez al día, de flores y comida generalmente, aunque a veces sorprende ver además cigarrillos.

Imagen captada por Keti Soeng de uno de los pequeños altares que encuentras por doquier. La sombrilla suele indicar presencia divina.

Más simple aún, una pequeña imagen a los pies de un árbol en medio de una calle en obras.
En la entrada de los templos o zonas sagradas solemos encontrar a los “guardianes”, envueltos igualmente por una tela, cuya misión desde luego creo que cumplen bien porque… su apariencia es terrorífica.
Otras veces serán una especie de hornacinas en la entrada de cualquier lugar público o privado. Y es que el pueblo balinés cree firmemente en la magia. Cree en los espíritus -que pueden tener su morada en cualquier sitio, en un árbol, una roca, en el mar, en la montaña, en los arrozales….

En primer término, en pleno arrozal, vemos un pequeño altar, muy habitual.
Cree en las deidades buenas y malas… y cree también en la armonía, en el equilibrio, considerando por este motivo que, teniendo contentos tanto a los unos como a los otros, los dioses y los demonios, todo irá bien, de ahí que las ofrendas se rindan a ambos.
Ni siquiera hace falta el altar para que los balineses intenten agradar a sus dioses y ahuyentar lo maligno. Son habituales también para este menester pequeñas cestitas en el suelo, a la entrada de casas y negocios que, por cierto, es una pena porque, si bien quedan preciosas recién puestas, después de unas horas, entre el calor que pudre las flores y alguna gente despreocupada que las pisa, da más la sensación de suciedad que otra cosa.

Cestitas y elementos decorativos realizados con hojas de palma y flores que encontrarás a tu paso allá por donde vayas. Imagen de Guiaume Flandre.
Sin embargo, a no ser que se haga intencionadamente, que a cualquiera resultaría ofensivo, tampoco es que ocurra nada si lo pisas, porque a veces es inevitable sortear tantos y porque, además, creen que los dioses enseguida «toman nota» de la ofrenda, quedándose con la esencia y restando toda importancia a lo que queda en el cestillo.
Los templos hinduistas son ya algo más complejos. Habitualmente, al igual que las casas, de las que hablamos en el post anterior, son recintos rodeados por un alto muro y orientados de la montaña al mar.
Se dividen en tres zonas, separadas igualmente por muro y dos puertas: de obra y partida la primera, es decir, dos frontales separados, y de madera la segunda. En el caso de los templos más importantes, ambas puertas suelen ser increíblemente trabajadas y llamativas.

Este es un ejemplo de puerta partida. Como véis, lo de «puerta» es una manera de hablar.
Además de diversos gazebos para el descanso o meditación de los creyentes, o para las distintas celebraciones religiosas, al final del recinto se encuentran los merus, que a los no entendidos pudieran parecer monumentos con múltiples tejadillos de paja, sin más, pero que realmente son santuarios representando alguna montaña sagrada. Siempre son alturas impares, de 3 a 11, dependiendo de la importancia del dios venerado.
Otra cosa que me llamó la atención del fondo fueron unos tronos vacíos sobre espacios elevados. Pensé que les faltaría algo, pero no. Por lo visto, como los dioses sólo bajan a la tierra en ocasiones especiales, que son las que dan lugar a las celebraciones o festivales, ese lugar se lo tienen reservado.
Más tarde, cuando se ofician éstos, como los dioses son invisibles, pues no hace falta más tampoco, ocupan su sitio si lo desean y punto. No digáis que no es curioso, como cambia la cosa de tener a no tener explicación.
En cada aldea suele haber al menos tres templos, que siguen la regla de la ubicación ya comentada: uno en la parte más sagrada, la más cercana a la montaña, dedicado a los fundadores de la aldea, otro más o menos en el centro dedicado a los espíritus protectores y el último en la zona más alejada, para los difuntos, independientemente de que a éstos, cada familia les hagan ofrendas diarias en altares dentro de sus propiedades, como ya hemos indicado.
Si os dais cuenta, el tres se repite constantemente: en las alturas de merus, partes del templo o de los recintos familiares etc., etc. Esto no es casualidad. Una vez más se debe al simbolismo. Evoca a la trinidad hinduista, los dioses Brahma, Shiva y Vishnu, y a la vez coincide con el cuerpo humano (cabeza, tronco y extremidades).
En esta imagen de un templo típico (de moleskinearquitecto nico.blogspot.com), se pueden observar las tres partes bien diferenciadas:
La entrada con la torre del tambor, el gazebo de los músicos y el de los elementos litúrgicos, donde a veces encontramos un falo.
El intermedio, con la cocina, el pabellón de sacerdotes y el del cuidador del templo.
Y en el fondo, lo más sagrado, los santuarios al fundador del templo y de la deidad suprema y varios pabellones de rezos y rituales.
Pero no todos los templos presentan el mismo plano. Hay algunos bien distintos y lo mismo los encuentras en rocas sobre el mar, que en la cima de una montaña o en las aguas de un lago. Os voy a mostrar tres de los más visitados. Ya me daréis vuestra opinión.
Ya que os resultará familiar, comenzaré por el que aparece como imagen de mi Facebook.
Esta bella roca con un pequeño santuario, el Pura Batu Bolong (literalmente templo piedra con agujero) es uno de los puntos más fotografiados de Bali.
Frente a ella, nos encontramos con el bonito templo de Tanah Lot el cual, según cuenta la leyenda, está protegido por miles de serpientes. Acceder a él a pie sólo se puede con marea baja. Con marea alta queda aislado en el mar.

Bello paraje elegido en el s. XVI para erigir un templo a la diosa del mar

Esta otra imagen, veviajes.com nos muestra el acceso desde más cerquita
A menudo los guías locales recomiendan a los turistas no acceder para no interferir en las celebraciones religiosas que suele haber casi a diario. No nos entristece, porque contemplar las procesiones de ofrendas resulta aún más interesante: hombres, mujeres y niños con sus coloridas vestimentas tradicionales… músicos, flores, manjares… enaltecen los sentidos.

En las ofrendas participa toda la aldea por lo que a veces el número de personas de la comitiva es elevado

Muy importantes siempre son los músicos

No sé si sería el jefe de la comunidad, el chamán o el maestro bailarín, pero ahí andaba marcando bien los pasos

Las mujeres siempre son las portadoras de las ofrendas: sobre la cabeza, bonitas cestas con flores o frutas. Estas son ingeridas posteriormente por la comunidad.
Un segundo templo a destacar podría ser el Pura Taman Ayun (templo del vasto jardín), reconocido por la Unesco y conocido como Templo del Emperador ya que, durante mucho tiempo esta zona perteneció a uno de los reinos más poderosos de Bali y en ella se asentó la cúpula social. Es del s. XVIII y su particularidad reside en los numerosos merus y en el foso con lotos y los jardines que los rodean.

Estos son sólo algunos de los merus que integran este templo. Hay muchos más, de ahí su fama y su merecida protección por la Unesco
El tercero que os muestro es mi favorito. Transmite dulzura, al menos a mí. Se trata del Pura Ulun Danu Bratan. Data del siglo XVII y está dedicado a la diosa del lago Bratan, sobre el que se asienta, a quien se honra para que no le falte agua a los campesinos.

Dos pequeños y bellos islotes en medio de un lago formado en un cráter. Sí señor, estamos en la boca del volcán.

Once alturas, el máximo, nos indica que está dedicado a una deidad suprema

A su lado éste otro más modesto pero igual o más encantador.
Hay otros templos importantes que aún me restan por visitar. Tendré que realizar alguna ofrenda para que se me brinde la oportunidad de conseguirlo.
Pero no quiero cerrar este post sin daros a conocer un último templo, el Pura Tirta Empul. A mí me gustó mucho.

Aunque la figura de blanco, por su rigidez parezca una estatua, no, era una persona orando ante un pequeño altar
Sin embargo no lleva la fama por el templo en sí, sino por el manantial sagrado anexo, creado, según la leyenda, por el dios Indra, de ahí sus propiedades curativas.
Parece ser que ya en el s. X era utilizado, no lo sé, pero desde luego en la actualidad no cabe duda, siempre encontrarás casi todos los caños ocupados.
Contrariamente a sentirse molestos por ser observados, nos sonreían abiertamente. Podríamos habernos metido en el agua también, pero nos parecía una falta de respeto introducirnos allí por “hacer el turista”, cuando para ellos son aguas sagradas.
Así que, en su lugar le indicamos al guía que nos llevara a algún sitio de aguas termales no sagradas, a las que acudiera gente local, no turistas. Así lo hizo pero estaban asfaltando el camino de acceso, por lo que el coche no podía dejarnos en la puerta. Nos tocó hacer una buena, muy buena bajada, a pleno sol. Aunque lo peor era pensar en que a la vuelta sería de subida.
Por suerte, en un momento dado, apareció un estrecho sendero sombreado que dejó de parecer agradable cuando se nos empezaron a cruzar monos, sin domesticar, claro. Afortunadamente, hicimos un pacto, yo ni te miro y tú no te acercas demasiado.
Una vez llegamos quedamos impactados. Primero había que pasar por algo así como el jacuzzi privado, aunque sin chorros. Desde luego era para verlo aunque, eso sí, comprobaréis que el agua está absolutamente cristalina.

No confundiros, el Ritz no es, no.
Pero después…después era para alucinar: dos piscinas naturales en las que perdonabas que el agua no luciera transparente debido al suelo terroso.

Esto es sólo una pequeña parte de la vegetación circundante. Todo, en muchos metros de altura y cientos a la redonda, era igual de verde.
Con este espectáculo a todo alrededor, paraje absolutamente paradisiaco escondido de los ajetreos del mundo, entendimos por fin realmente por qué, Bali, fue elegida por los dioses.
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