Hablar de Alcalá de Henares es hablar de Cervantes. Imaginar a Cervantes es pasear por Alcalá de Henares. Visitemos ciudad y personaje.
Efectivamente, D. Miguel de Cervantes Saavedra, nuestro personaje universal por excelencia, está íntimamente ligado al municipio madrileño de Alcalá de Henares. Allí nació el año del Señor de 1547 y allí sigue hoy habitando, recorriendo a diario, junto a sus incondicionales Quijote y Sancho, cada calle y cada rincón.
Tal vez recuperando el tiempo no disfrutado en ella porque, a decir verdad, la vida de D. Miguel fue harto movidita, tan digna o más de ser llevada al celuloide como su tan versionada obra El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.

Multitud de países han producido peliculas o documentales sobre la vida y obra de Cervantes, en total más de 200. donquijotefilm.com las recopila
LA IGLESIA DE SANTA MARÍA Y SU PILA BAUTISMAL
El natalicio en la ciudad complutense lo dejó patente en uno de sus escritos pero, por si no fuera suficiente, sus convecinos orgullosamente lo demuestran exhibiendo el libro de registros de la Iglesia de Sta. María, donde fue bautizado.

«Año de 1547. En domingo, nueve días del mes de octubre, año de mil e quinientos e cuarenta e siete años, fue baptizado Miguel, hijo de Rodrigo de Cervantes e su muger doña Leonor, fueron sus compadres Juan Pardo, baptizole el reverendo señor bachiller Serrano, cura de Nuestra Señora, testigos: Baltasar Vázques, sacristán, e yo que le baptizé e firmé de my nombre. Bachiller Serrano»
Aunque de esa Iglesia, hoy oficina de turismo y pequeño centro de exposiciones, sólo quede la torre y las tres capillas laterales, una de las cuales le da el nombre actual, la Capilla del Oidor.
En su interior contemplamos la copia de la pila bautismal de Cervantes, en la que acoplaron los pocos fragmentos que se pudieron recuperar de la original.
LA CASA NATAL
Igualmente, Alcalá de Henares hace gala de su casa natal. En plena calle Mayor, una de las de más solera, con sus largos soportales de añejo sabor, donde antaño y también ahora, aunque bien distinta, fluye la vida comercial.
Los locales de tenderos, tejedores, plateros o prestamistas ahora se han convertido en franquicias de moda o de perfumería, en cafeterías o tiendas de souvenirs… pero así es la vida, hay que adaptarse a los tiempos.
Cierto es que tendría D. Miguel unos cuatro o cinco años cuando de la casa natal marchó, y que se restauró completamente en 1956, pero han sabido conservar la esencia de las casas de familias acomodadas del siglo XVI, a las que un día, antes de caer en desdichas, pertenecieron.
Te adentras en cada habitación y crees poder encontrar al escritor en alguna de ellas. Tal vez por la decoración de la época, tal vez por algunas referencias a su vida y a sus obras en el mobiliario, tal vez por la exposición sobre ellas en una de sus salas.
Contemplas el cálido patio que te recibió y parece ahora no quererte despedir. Casi sientes la necesidad de compartir en él, con su antiguo morador, una tarde de relatos interminables, reales o imaginados.
LA APABULLANTE VIDA DE CERVANTES
EL MANCO DE LEPANTO
Dicen que la realidad supera a la ficción. Tal vez es el caso de Cervantes porque, su vida es una vorágine.
Recorre gran parte de Italia, se enrola como soldado. Participa en la famosa batalla de Lepanto, no sé si más conocida como hecho histórico o como causante de su apodo, El manco de Lepanto.

Sólo hubo un retrato de Cervantes y desapareció. Todos los demás son posteriores a su muerte, realizados según la interpretación de cada artista a partir de la autodescripción de Cervantes en uno de sus escritos
Su brazo tullido no es motivo de escarmiento. Vuelve a la batalla, recorre de nuevo Italia y cuando por fin decide retornar, la mala suerte permite que su barco sea atacado por los turcos. De resultas lo entregan como esclavo, manteniéndolo prisionero en Argel durante cinco años.
Nada menos que en cuatro ocasiones intentó la fuga sin que la diosa fortuna le sonriera. ¡A quién saldría su Don Alonso Quijano!
Afortunadamente, los padres trinitarios, esa orden religiosa que jugó tan importante misión como negociadora de la liberación de cautivos, consiguió sacarle de allí. Miguel siempre estuvo agradecido a los trinitarios, y los trinitarios a él, según reza en la fachada de uno de los edificios universitarios complutenses.

Leyenda en la fachada de una de los edificios históricos de la Universidad de Alcalá
LA ALCALAINA CALLE LIBREROS
¿Quedaría esta vez escarmentado y se quedaría disfrutando del hogar? Pues va a ser que no. Para conseguir dinero con el que reponer lo que la familia invirtió en su rescate marcha a Portugal y después a Orán.
Pero su tintero y pluma ya están en ebullición. En 1585, Cervantes publica su primera obra, La Galatea.
Tal vez entonces sí que recorriera mil veces la alcalaína calle de Escritorios, o la de Libreros, donde se ubicaban famosas imprentas, donde se reunían la flor y nata de las Letras de nuestro preciado Siglo de Oro.
Fijaros, parece que D. Francisco de Quevedo le está esperando de nuevo, o tal vez nos quiere deleitar con uno de sus sonetos.
DE NUEVO EN PRISIÓN: EL QUIJOTE
Quizá las letras no le dieran aún para vivir, o tal vez fuera su alma inquieta, el hecho es que acepta trabajar en Andalucía, primero como comisario de abastos de los barcos reales, después como recaudador de impuestos atrasados.
De ellos salió algo escaldado. Por una parte, al embargar los bienes de la Iglesia fue excomulgado y por otra, al ser acusado de quedarse con parte de lo recaudado, sus huesos se vieron no sólo en trifulcas y peleas sino además de nuevo encarcelados.
Y allí, en la Cárcel Real de Sevilla, aunque otras ciudades le quieren arrebatar ese protagonismo, comenzó a fluir su relato más universal.

Placa en una calle sevillana: «En el recinto de esta Cárcel Real estuvo preso 1598-1602) Miguel de Cervantes Saavedra. Aquí se engendró para asombro y delicia del mundo, D. Quijote de la Mancha».
Con tantos viajes y aventuras, con tantas peripecias más bien fallidas con las féminas, ya fueran amantes, hija natural, o esposa ¿realmente necesitó mucha imaginación? Posiblemente tan sólo destreza con su pluma.

Uno de los ejemplares de La ruta de los azulejos cervantinos, en Sevilla, que evoca los lugares en que Cervantes se fue inspirando para sus Novelas Ejemplares.
LA COMPLUTENSE Y LOS PREMIOS CERVANTES
El mundo le guarda agradecimiento, un nuevo tipo de novela con él surgió. Y en su honor se crearon los Premios Cervantes, el más alto reconocimiento a las Letras españolas.
Alcalá de Henares necesariamente había de ser la sede y, a pesar de no tener noticias de que alguna vez D. Miguel pisara su Universidad, cada año, el célebre Paraninfo sito en el Colegio de San Ildefonso se viste de gala para la ceremonia.
En la sala de acceso, los galardonados en anteriores ediciones reciben al nuevo acreedor de tan especial distinción.
¿Fecha? No podía ser otra que el Día del Libro, creado precisamente como reconocimiento a varios escritores que marcaron el mundo de las Artes y que, por esas casualidades, nacieron o fenecieron en un 23 de Abril. Los más destacados, William Shakespeare y nuestro Miguel de Cervantes.
LA SEMANA CERVANTINA
Para agasajar aún más al que es uno de sus hijos predilectos, la ciudad prepara anualmente su Semana Cervantina, llena de actos culturales. Se complementan con el Mercado del Quijote y con las sabrosas Jornadas Gastronómicas Cervantinas, en las que Dulcinea y otras posaderas renacen para ofrecer sus migas, sus ollas podridas o sus duelos y quebrantos, que no son otros que unos estupendos e “hipocalóricos” huevos con patatas y chorizo.
LA PLAZA DE CERVANTES
Terminamos nuestro pequeño paseo, cómo no, en la Plaza de Cervantes, antaño la Plaza del Mercado. Aún hoy corazón de la ciudad, llena de bullicio.
Allí, envuelto en vestiduras de bronce, desde su elevada ubicación, D. Miguel observa privilegiadamente a cada viandante, tal vez en un intento de escudriñar sus almas para acertar una nueva narración.
Las cientos de cigüeñas, esas otras grandes protagonistas alcalaínas, parecen aplaudir la idea con su ruidoso y continuo crotorar.
La tarde cae y nos vamos retirando hacia casita saboreando una costrada, un dulce típico de la zona, milhoja y almendra picada.
Tan dulce como nuestro paseo por una ciudad llena de arte, llena de historia e historias. Tan palpables todas que, como a mí me gustan, casi me hicieron llorar.
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